La perspectiva de género en la investigación

Con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, quiero reflexionar sobre la importancia de integrar la perspectiva de género en la investigación científica. Este es un tema particularmente relevante para mi trabajo, ya que mi propia investigación se enfoca en áreas donde la consideración de las diferencias biológicas y sociales entre géneros puede tener un impacto significativo en la comprensión y el tratamiento de diversas enfermedades. A lo largo de mi carrera, he sido testigo de cómo la falta de una perspectiva de género adecuada en la investigación puede limitar el desarrollo de tratamientos más efectivos y personalizados. Por eso, hoy quiero abordar esta cuestión, no solo por su relevancia social, sino también por su impacto directo en la calidad de la ciencia y la medicina que se generan.
La ciencia, a lo largo de la historia, se ha construido bajo paradigmas que no siempre han contemplado la diversidad de la experiencia humana en su totalidad. En el campo de la investigación biomédica, esto se ha traducido en un enfoque predominantemente masculino, donde los cuerpos, las enfermedades y los tratamientos han sido estudiados y diseñados con un modelo basado en el hombre. La perspectiva de género en la investigación científica no es una cuestión secundaria ni una simple reivindicación social; es una necesidad metodológica para garantizar resultados precisos, representativos y aplicables a toda la población.

El androcentrismo en la investigación médica

Montserrat Cabré i Pairet, catedrática de Historia de la Ciencia en la Universidad de Cantabria, explica como el androcentrismo como “la universalización del cuerpo masculino” ha estado presente en la anatomía, la fisiología y la farmacología, donde el cuerpo del hombre ha sido tomado como el estándar. Los manuales de anatomía han representado tradicionalmente al cuerpo masculino como modelo, relegando el femenino a una condición secundaria, principalmente cuando se abordan órganos reproductivos.
Este sesgo también ha influido en la institucionalización de la medicina. A lo largo de la historia, los hombres han dominado la práctica médica formal, mientras que las mujeres, a pesar de su crucial labor como proveedoras de cuidados, han sido excluidas progresivamente de la práctica profesional. Durante la Edad Media, muchas mujeres fueron reconocidas como sanadoras en sus comunidades, aunque sin el acceso a la educación universitaria. Con la profesionalización de la medicina, sus contribuciones fueron marginalizadas y sus conocimientos, muchas veces, desacreditados. Esta exclusión no solo limitó el acceso de las mujeres a la medicina formal, sino que también privó a la ciencia médica de enfoques y saberes fundamentales que habían sido esenciales en el cuidado de la salud comunitaria. Este proceso de marginación refuerza una visión androcéntrica de la medicina, que aún perdura en muchas áreas de la investigación y tratamiento de enfermedades.

La brecha de género en los ensayos clínicos

Uno de los ejemplos más preocupantes de la falta de perspectiva de género en la investigación científica es la infrarrepresentación de las mujeres en los ensayos clínicos. Candelas Pérez del Villar Moro, cardióloga del Hospital Universitario de Salamanca e investigadora del CIBER de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV) explica cómo, a pesar de que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en mujeres, aproximadamente el 35% de los pacientes incluidos en los ensayos clínicos son mujeres. Esto es particularmente alarmante si se considera que la prevalencia de estas enfermedades en mujeres es aproximadamente el doble que las que se reclutan para su participación en los estudios clínicos. Esta investigadora apunta que muchas mujeres tienen una falsa sensación de inmunidad frente a estas enfermedades, influenciadas por la percepción errónea de que afectan principalmente a los hombres. Esta visión, combinada con la falta de información y campañas de concienciación dirigidas específicamente a mujeres, puede retrasar el reconocimiento de los síntomas, lo que, a su vez, retrasa el diagnóstico y tratamiento adecuado. Además, la menor representación de mujeres en los ensayos clínicos ha llevado a que las estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento se basen mayormente en estudios realizados en poblaciones masculinas. Esto crea enfoques menos eficaces para la salud cardiovascular femenina, perpetuando una brecha en la atención médica que, en última instancia, aumenta el riesgo de complicaciones graves y mortalidad en mujeres.
La falta de investigación específica también afecta a otras especialidades médicas. En psiquiatría, por ejemplo, las descripciones de muchas patologías se han construido con base en poblaciones masculinas, lo que ha llevado a diagnósticos sesgados en mujeres. Carmen Moreno, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón e investigadora del CIBERSAM (CIBER de Salud Mental), destaca que la comprensión de los trastornos neuropsiquiátricos en mujeres es insuficiente. Moreno subraya que la mayoría de los estudios en neurociencia y psiquiatría han excluido tradicionalmente a las mujeres, ya que la variabilidad hormonal derivada del ciclo menstrual se consideraba un factor de confusión que dificultaba la interpretación de los resultados. Sin embargo, esta exclusión ha tenido consecuencias significativas en la clínica, ya que muchas enfermedades psiquiátricas presentan manifestaciones diferentes en mujeres y hombres. Trastornos como la depresión y la ansiedad, por ejemplo, son más frecuentes en mujeres, pero los criterios diagnósticos se han basado en modelos masculinos, lo que puede generar infradiagnóstico o diagnósticos incorrectos. Asimismo, la investigadora explica que el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) ha sido históricamente identificado como afección masculina, lo que ha llevado a que muchas niñas y mujeres con esta condición no sean diagnosticadas hasta la edad adulta. Además, la investigación sobre la respuesta a psicofármacos también presenta un sesgo importante, ya que la mayoría de los ensayos clínicos en psicofarmacología han sido realizados mayoritariamente en hombres. Esto implica que muchas de las recomendaciones de tratamiento no consideran adecuadamente las diferencias en metabolismo y sensibilidad a los medicamentos entre hombres y mujeres. Para Moreno, es crucial avanzar hacia una psiquiatría más personalizada que no solo diferencie entre hombres y mujeres, sino que también reconozca la diversidad dentro de cada grupo y considere las múltiples variables biológicas, sociales y culturales que influyen en la salud mental.

Sesgo de género en la salud de las mujeres

El sesgo de género en la investigación científica tiene consecuencias profundas en la salud de las mujeres, afectando tanto la precisión de los diagnósticos como la efectividad de los tratamientos. Ignorar las diferencias biológicas y sociales en el estudio de enfermedades perpetúa desigualdades estructurales en el acceso a la atención médica y genera datos inexactos que pueden afectar también a los hombres. Lucía Artazcoz, investigadora del CIBERESP (CIBER de Epidemiología y Salud Pública) y de la Agencia de Salut Pública de Barcelona, subraya que la salud no puede analizarse de manera aislada, sino dentro de un marco social donde las desigualdades de género juegan un papel clave. A pesar de que la investigación biomédica ha comenzado a integrar esta perspectiva, aún queda un largo camino por recorrer, especialmente en el diseño de estudios y en la interpretación de sus resultados. La falta de inclusión de mujeres en ensayos clínicos ha provocado que tratamientos desarrollados en base a poblaciones masculinas no sean igual de efectivos o seguros para ellas.
Ejemplos de este sesgo se han evidenciado en múltiples áreas de la investigación biomédica. En la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), históricamente considerada una patología masculina debido a la mayor prevalencia del tabaquismo en hombres, se ha diagnosticado menos en mujeres, a pesar de que presentan síntomas más graves con menor exposición al tabaco. Las diferencias biológicas en la respuesta de las vías respiratorias al humo del cigarrillo, junto con sesgos en la percepción de los síntomas por parte del personal médico, han contribuido a una menor tasa de diagnóstico y a un manejo inadecuado en mujeres. Otro caso notable se ha dado en las enfermedades inflamatorias intestinales, como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Si bien estas patologías afectan a ambos sexos, las mujeres experimentan fluctuaciones en la actividad de la enfermedad relacionadas con los cambios hormonales, como los que ocurren durante el ciclo menstrual, el embarazo y la menopausia. Sin embargo, la mayoría de los estudios han analizado a la población en general sin diferenciar cómo estas variaciones pueden influir en la progresión de la enfermedad o en la eficacia de los tratamientos. El sesgo de género también se evidenció en el desarrollo de la vacuna contra la COVID-19. A pesar de que las mujeres reportaron más efectos adversos tras la vacunación, estos datos no fueron suficientemente considerados en las fases iniciales de los ensayos clínicos. Además, la respuesta inmune a las vacunas varía según el sexo, con una mayor reactividad inmunológica en mujeres que podría influir en la dosis óptima de inmunización. La falta de consideración de estas diferencias llevó a una aplicación de dosis uniformes sin una evaluación específica de posibles ajustes en función del sexo, lo que podría haber optimizado la seguridad y eficacia del fármaco.
Lía Nattero, investigadora del CIBERDEM (CIBER de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas), explica que las mujeres con diabetes tipo 1 presentan un 37% más de riesgo de morbimortalidad cardiovascular que los hombres. Además, señala la necesidad de investigar más sobre cómo el ciclo menstrual afecta el control glucémico y de desarrollar tecnologías que integren estas variaciones fisiológicas para mejorar la personalización del tratamiento en mujeres. A pesar de la evidencia de que las mujeres con diabetes pueden responder de manera diferente a ciertos tratamientos, su representación en ensayos clínicos sigue siendo insuficiente, lo que limita la capacidad de generar estrategias terapéuticas más equitativas.

La urgencia de un cambio en la investigación científica

La solución a estas desigualdades no es sencilla, pero pasa por una transformación profunda en la forma en que se diseñan y llevan a cabo los estudios científicos. Incluir la perspectiva de género no significa simplemente aumentar la participación de mujeres en ensayos clínicos, sino también replantear preguntas de investigación, diseñar metodologías más inclusivas y analizar los datos considerando las diferencias biológicas y sociales. Elvira Casado, investigadora del CIBERFES (CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable), enfatiza que la ausencia de perspectiva de género en la investigación científica perpetúa estereotipos y limita la calidad del conocimiento generado. Esta ausencia afecta todas las etapas del proceso de investigación, desde el diseño del estudio hasta la aplicación de sus resultados en la práctica clínica.
Incorporar el género como variable analítica es esencial para avanzar hacia una ciencia más equitativa y efectiva. La medicina de precisión, que busca adaptar los tratamientos a las características individuales de cada paciente, no puede desarrollarse plenamente sin considerar el impacto del género en la salud. La falta de datos específicos sobre mujeres no solo limita la comprensión de ciertas patologías, sino que también refuerza la idea errónea de que las diferencias de sexo son irrelevantes en la medicina. Sin embargo, la evidencia demuestra lo contrario: las condiciones biológicas, junto con los determinantes sociales de la salud, influyen en la susceptibilidad a diversas enfermedades, en su progresión y en la respuesta a los tratamientos. Ignorar estas diferencias ha llevado a diagnósticos tardíos, tratamientos menos efectivos y una menor personalización de la atención médica en mujeres.

La integración de la perspectiva de género en la investigación no es un lujo ni una concesión, sino una necesidad para garantizar una medicina más precisa y efectiva para toda la población.
Para lograrlo, es fundamental revisar el diseño de los estudios científicos, aumentar la representación de mujeres en la investigación clínica y considerar factores clave como el impacto de las hormonas y las diferencias metabólicas en diversas patologías. Incorporar esta visión no solo permitirá reducir la brecha de género en salud, sino que también mejorará el conocimiento biomédico en su conjunto. Una ciencia que tenga en cuenta estas diferencias será capaz de desarrollar tratamientos más personalizados y eficaces, beneficiando tanto a mujeres como a hombres y asegurando que la investigación científica responda a las necesidades de toda la población, sin dejar a nadie atrás.

Esta publicación participa en el blog de narrativa científica Café Hypatia en su en su edición de febrero de 2025 con el tema #PVmujerciencia25

Lecturas interesantes

https://www.newtral.es/sesgo-de-genero-medicina-mujeres-salud/20210912/

https://sabersenaccio.iec.cat/es/androcentrismo-y-ciencia-es/

https://www.cibercv.es/noticias/el-ciber-abre-un-debate-para-avanzar-en-la-igualdad-en-salud-con-la-incorporacion-de-la-perspectiva-de-genero-en-investigacion

https://cielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0213-91112004000400019




Comentarios

  1. La verdad es que si que es preocupantes que exista esa falta de perspectiva de género en la ciencia, porque no es lógico pues hay enfermedades que no afectan de igual manera a los hombres. La brecha de género debería tenerse encuentra durante las investigaciones científicas, pero parece que el patriarcado sigue muy implantado.
    Excelente artículo que deja en evidencia lo evidente.
    Un abrazo

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    Respuestas
    1. Efectivamente, es muy preocupante y falta mucho para que los ensayos clínicos incluyan a toda la población porque además de haber infrarrepresentación de mujeres, hay muy pocos que incluyan a todas las etnias con diferente fondo genético.
      Muchas gracias Nuria!

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