Científicos sin tierra: el Síndrome de Ulises en la investigación

La imagen del científico solitario, encerrado en su laboratorio a la espera de una revelación, pertenece al pasado. Pero eso no significa que la ciencia actual esté libre de soledad. Persiste en otros lugares, menos visibles. En quienes emigran para seguir investigando, arrastrando consigo el desarraigo, la incertidumbre y el cansancio acumulado. En quienes trabajan lejos de casa, en otro idioma, bajo otra lógica, intentando sostenerse mientras encadenan contratos cortos, resultados provisionales y silencios administrativos. En ese contexto, el Síndrome de Ulises deja de ser una metáfora y se convierte en un síntoma estructural. No es fragilidad emocional, es consecuencia. No es una excepción, es parte del trayecto. La ciencia pide movilidad, adaptación y entrega, pero ofrece pocas garantías a cambio. Y aunque hoy se trabaje en red y los avances sean colectivos, hay una soledad que permanece: la de quien se esfuerza por pertenecer sin perderse, por seguir adelante sin romperse del t...